¿Nunca te
has puesto a pensar a fondo en aquellos ídolos de siglos pasados? Más
precisamente en lo que no es tan visible de ellos. Eso que siempre estuvo detrás de sus virtudes artísticas por las cuales los conocemos y
admiramos. ¿No te pasa que a veces pensás que los verdaderos ídolos son de otra
época? En caso de que sea así ¿Por qué?
Debido a la
globalización y modernización del mundo en todos sus aspectos, se podría decir
que hoy por hoy ser artista es mucho más fácil que hace un siglo porque se multiplicaron las herramientas, se acortaron los caminos y las
distancias: hoy un artista independiente puede darse a conocer a todo el mundo desde
Filipinas, sin siquiera moverse de su casa o de su estudio.
Se podría
decir que se desmitificó al artista. Ya no son entes ni mentes superiores e
inalcanzables. Pero claro, no se puede considerar Arte a cualquier vomito
espontaneo que se cuelga en las redes. No se puede considerar artista a
cualquiera que proclame serlo: un verdadero artista debe saber expresar y
transmitir. Debe hacernos reflexionar, fantasear, divertir, inspirar, llorar,
reír y mil etcéteras más.
Está más que
claro que las voces y las expresiones artísticas se han pluralizado muchísimo. Pero el hecho de que haya más expresiones, por simple inercia,
conlleva que haya más basura metida entre el verdadero arte que sabe cumplir
con su objetivo.
Este tema tal vez merezca un artículo aparte. Ahora es momento de hablar de lo que realmente nos compete en este
artículo: Los artistas.
Por dichos
motivos, el artista y el público ahora tienen más cercanía. Ahora el público es
más protagonista que antes: puede hacer el aguante
vía virtual, puede demostrarle su admiración
directamente al artista y hasta puede manguearle
discos, remeras y entradas.
Ahora, el
artista que antes solo conocíamos en fotos o, de la mejor manera, a través de
su arte, se volvió humano. Siempre lo fue, claro, solo que
antes no sabíamos a donde iba de vacaciones, a qué banda iba a ver el próximo
sábado, qué comió el último domingo o incluso sus inclinaciones políticas, sus
gustos cinematográficos, la raza de su perro, el color de sus pantuflas, etcétera.
Un ídolo es una imagen de culto que es adorado por la deidad,
demonio o espíritu que contiene o representa.
El público,
por medio de las redes sociales, descubrió, muy a su pesar, que los artistas,
que sus ídolos, son tan humanos como ellos. Y acá es donde afloraron sus defectos,
sus ideologías de siglos pasados, sus buenas o malas actitudes y sus valores (o
la falta de ellos). Y es en este mismo punto donde dejan de representar eso que
tanto ansiábamos ser.
Los ídolos,
como tal, ya no existen. Aprendimos a separar al artista de la persona, tomando
el lugar de mayor importancia lo que cada uno es por dentro y para con el
prójimo.
¡La tecnología mató el mito, mató a nuestros ídolos!
¿O será que el mito
nunca existió y que nuestros ídolos siempre fueron tan humanos como nosotros?